Hablemos sobre Metabolismo Social
Con la irrupción de los
combustibles fósiles, ya hace un par de siglos, entre el carbón, el gas y el
petróleo; la humanidad ha podido experimentar una época donde altera los
tiempos que marca la naturaleza, a saber, las estaciones y los ciclos de los
elementos naturales. Anterior al uso de los combustibles fósiles, el trabajo
humano dependía del esfuerzo de sus propios brazos, de la ayuda que podía
brindarle la domesticación de animales y de los tiempos naturales que marcaban
el sol y la luna. Además de este confort que nos ha permitido vivir el uso de
las energías fósiles, han traído consigo una creciente preocupación por el
futuro, debido a una crisis sin precedente donde las relaciones entre
naturaleza y sociedad se han visto alterados, generando desequilibrios que
hacen impredecible el comportamiento de la naturaleza (Toledo, 2013).
La construcción del Metabolismo
Social como concepto, es relativamente novedoso en las ciencias sociales y
ambientales. Existe un consenso parcial en definirlo como el uso de energía y
materiales que las sociedades humanas aprovechan la naturaleza, y que luego de
utilizarlo lo devuelve (desecha) a la naturaleza (Toledo, 2013). Ya en el siglo
XIX, Karl Marx mencionó al metabolismo (stoffwechsel) para referirse a
las relaciones materiales entre el humano y la naturaleza (Infante, González,
Toledo; 2017). Aunque a mediados del siglo XIX, donde los efectos metabólicos
naturaleza – sociedad aún no eran tan críticos como los que vivimos hoy día, ya
hubo autores que observaron estos cambios incipientes en dichas relaciones, y
aunque no vaticinaron explícitamente la depredación ecológica (de naturaleza y
de sociedades) que hoy sufrimos, sí aportaron algunas luces para el análisis
que hoy sí podemos hacer.
A pesar de contar con
estas primeras luces, la aceleración metabólica vivida durante la primera mitad
del siglo pasado, el confort vivido y la admiración por el ingenio humano de
modificar a placer los tiempos de los procesos y el entorno ambiental, mantuvo
a la humanidad en una especie de embriaguez mundial, y no fue sino hasta la
segunda mitad del siglo XX, cuando empezaron a haber análisis sobre los
impactos que estos modos de producción y acumulación estaban teniendo en el
planeta, desde lo local hasta lo global, tal como nos exponen Infante, González
y Toledo, en su obra El metabolismo social. historia, métodos y principales
aportaciones (2017):
Desde
1960 y al calor de la crítica a la teoría económica convencional y de la
creciente toma de conciencia sobre el agotamiento de los recursos, un buen
número de académicos enfatizaron la necesidad de profundizar en los análisis
biofísicos de la economía, incidiendo en el hecho de que la economía
convencional eludía la realidad biofísica en la que se insertaba y que, entre
otras cosas, podía ejercer como límite al crecimiento económico moderno (p.
132)
A pesar de la aparición
del término en la obra de Marx es curioso que, durante los análisis sobre
marxismo y ecología hechos dentro de casi un siglo después, pocos o ninguno
destacaran la importancia de estas relaciones sociedad – naturaleza como uno de
los conceptos esenciales en la propuesta marxista (Toledo, 2013). A pesar de
las múltiples críticas y aportes a la obra de John Bellamy Foster ya en el
2010, sus aportes dan luces a la comprensión que, desde el marxismo, se hace a
la crisis ecológica contemporánea, para la construcción de una propuesta
ecomarxista, con el concepto de fractura metabólica que propone.
La bibliografía
categoriza a tres tipos de metabolismo social, pudiendo pensarse en una línea
de tiempo, aunque actualmente se puedan conseguir de los tres tipos, como se
puede extraer en la obra de Solíz (2016):
El
modo primario, o propio de los cazadores-recolectores, no consigue transformar
la estructura y la dinámica de los ecosistemas; el secundario, campesino o
agrario, produce aún transformaciones ciertamente limitadas sobre la dinámica
de los ecosistemas y su base energética es la energía solar; y el metabolismo
propio de las sociedades industriales no solo que transforma sino que rompe el
circuito metabólico.
El modo terciario, toma como base
energética los combustibles fósiles o la energía atómica, extrae recursos a un
ritmo superior a la capacidad de regeneración de la naturaleza (p. 79)
De esta manera, podemos
comprender estos tres estadios de metabolismo social, como maneras de
relacionarse la sociedad con el entorno que la rodea. Desde una mirada
hegemónica contemporánea, se podría entender como un primer momento de
“metabolismo primitivo” para ir evolucionando hacia el “desarrollo moderno”
donde la naturaleza se le entiende como un ente inerte, proveedora de recursos
que deben ser dominados para el provecho humano. Este modelo hegemónico,
generador masivo de desechos para la satisfacción de pseudo-necesidades, al
mismo momento que busca desesperadamente acelerar los tiempos para reemplazar
mercancías, donde su gran objetivo no es más que la acumulación capitalista
(Solíz, 2011).
Basándose en la
bibliografía, Toledo (2013), extrae lo que se conoce como los cinco fenómenos
del metabolismo social, teniendo: “la apropiación (A), la transformación (T),
la circulación (C), el consumo (Co) y la excreción (E).” (p. 47). En los tres
tipos, se dan estos cinco fenómenos, aunque lo que motiva al autor de este
ensayo, es dar una mirada de estos fenómenos en el contexto actual de
capitalismo hegemónico, y más aún en el sur de América.
El modelo socio-económico
contemporáneo, donde todo se acelera, donde es cada vez más imperioso apropiarse
de recursos naturales, que es una manera elegante para referirse a depredar
el planeta, y así transformarlos, hacerlos circular, consumirlos y
descartarlos de una manera cada vez más rápida, para garantizar el plusvalor
extra ¡es un modelo en crisis! Como ya lo afirma el Papa Francisco en la carta
encíclica Laudato SÍ “estos problemas están íntimamente ligados a la
cultura del descarte, que afecta tanto a los seres humanos excluidos como a las
cosas que rápidamente se convierten en basura” (LS 22, p. 20). Es un modelo en
el cual se apropian, trasforman, circulan, consumen y desechan, no solo
materiales y elementos naturales, sino también personas.
Esta manera de relacionarnos sociedad-naturaleza, aceleradamente y sin permitir que los ciclos naturales hagan su trabajo, generando cantidades ingentes de residuos es uno de los principales factores que nos ilumina para entender el conflicto ambiental actual (Solíz, 2016). Entender de manera lineal el flujo de materiales y energía de manera indefinida, en un mundo con una cantidad finita de elementos es insostenible.
Ahora bien, adoptando los
cinco fenómenos del metabolismo social, se tiene que la ecología política cobra
especial relevancia, tomando que en cada fenómeno se interactúa con personas,
donde algunas personas se benefician más que otras, y otras se ven más
afectadas. Surgiendo así, los conflictos ecológico-distributivos (Martínez-Alier,
2004), conflictos que puede ser diferentes características, que el mismo
Martínez-Alier elabora una tipología, aunque esa profundización no es parte de
este ensayo.
Estudiar y comprender a
profundidad los conflictos ecológico-distributivos, es una parte fundamental
(sino la parte fundamental) de la ecología política; la comprensión de esas
relaciones de poder, donde unos grupos se benefician o afectan más que otros, y
preguntarse ¿quién decide sobre lo que ambientalmente afecta más a otros? Así,
se tiene que hay personas descartadas en cada uno de los cinco fenómenos que se
organizan y protagonizan estos conflictos.
Forma parte del mismo
modelo, la práctica de tener territorios de marginación regional, tal como lo
expone Solíz (2016):
En
efecto, son justamente los territorios de marginación regional los destinados
para ubicación de sistemas de disposición final de residuos, generando un
fenómeno de discriminación ambiental a comunidades que ya sufren discriminación
social: por clase social, por etnia y por su condición de ruralidad. (p. 61)
Es por ello que la
ecología política, desde sus aportes, con la inquietud por comprender las
relaciones de poder que se dan en la sociedad, busca aportar soluciones
pragmáticas, reconociendo este modelo lineal, que excreta materiales y personas
y que cada vez busca hacerlo de una manera más acelerada, la que viene causando
toda la crisis planetaria ecológica.
A modo de cierre, luego
de haber expuesto modestamente sobre el Metabolismo Social, comprendemos
el por qué es un concepto que viene tomando ya desde hace algunas décadas
relevancia en las corrientes ecologistas. Esta comprensión de las relaciones
sociedad-naturaleza, que ha despertado el interés por investigadores/as e
instituciones (Toledo, 2013) para profundizar, no solamente en las causas,
características y consecuencias de mantener los actuales ritmos de apropiación,
transformación, circulación, consumo y excreción de materiales, energía y
personas; sino también en proponer alternativas a ese ¿desarrollo? depredador
que genera bienestar a minorías y que condena a las mayorías vulnerables a no
vivir en serenidad y plenitud, por ello seguiremos convencidos de que
#LaSustentabilidadEsPosible.
Bibliografía
Infante J., González M.,
Toledo V., 2017. El metabolismo social historia, métodos y principales aportaciones,
Revista Iberoamericana de Economía Ecológica vol. 27: 130-152.
Martínez-Alier J., 2004.
Los conflictos ecológico-distributivos y los indicadores de sustentabilidad.
Revista Iberoamericana de Economía Ecológica Vol. 1: 21-30
Sacher W., 2015. La
“Fractura Metabólica” de John Bellamy Foster: ¿Qué aportes para una teoría
ecomarxista?, Actuel Marx / Intervenciones N° 19
Solíz F., 2011. El
plusvalor extra como categoría explicativa del sistema de aceleración
económica, la subsunción del consumo capital y la consecuente producción masiva
de desechos, Repositorio Institucional del Organismo Académico de la Comunidad
Andina, CAN. Quito, Ecuador.
Solíz F., 2016. Salud colectiva
y ecología política la basura en Ecuador, Universidad Andina Simón Bolívar. Quito,
Ecuador.
Toledo V., 2013. El
metabolismo social: una nueva teoría socioecológica, Relaciones 136, pp. 41-71.
Papa Francisco, (2015).
Carta encíclica Laudato SI’ del santo padre Francisco sobre el cuidado de la
casa común.
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