Reflexión artículo: Pandemia sintomatología del capitaloceno
Luego de un tiempo sin publicar ninguna entrada, tuve la oportunidad de leer el siguiente artículo Pandemia: Sintomatología del Capitaloceno el cual pueden encontrar en el siguiente link: https://rebelion.org/pandemia-sintomatologia-del-capitaloceno/
Aprovecho la entrada para compartir mis reflexiones alrededor de este aporte tan valioso para tratar de comprender mejor la coyuntura por la que estamos pasando:
Si al menos lográramos aprovechar este silencio,
esta quietud, para percatarnos de ello, diríamos que esta pandemia, valió la
pena. A pesar de todas las muertes y las represiones que vinieron y que vendrán
montadas en el virus como excusa, si sólo pudiéramos, aunque sea mínimamente,
re-conocer-nos como delicadísimas hebras de ese tejido más vasto, que nos
excede por completo y que a la vez nos contiene y nos hace ser; si fuéramos
capaces de sentir-nos, aunque sea por un instante, íntimamente conectadxs
a la trama de la vida [2], diríamos que sí, que valió la pena.
Definitivamente, ha sido una etapa de pararse, el
mundo entero ha estado viviendo un stop que parece que se necesitaba hace ya
mucho tiempo. La necesidad de acelerar todo, de obtener placeres y descartarlos
cada vez más veloz; y es que esa es una de las características que más veo en
este mundo ¿”moderno”?, el descarte como hábito.
El actual modelo de producción, donde se extrae,
transforma, comercializa, consume y descarta, a ritmos cada vez más acelerados
nos ha ido amaestrando a un mundo cada vez más artificial, lleno de placeres momentáneos,
que requieren de menos esfuerzo para estimular nuestros sentidos. Sin darnos
cuenta (¿o sí?), nos hemos ido convirtiendo en sociedades del descarte,
autómatas que no se percatan de la necesidad de vínculos que tenemos con todo
lo que nos rodea, que así como nos sugiere este extracto somos no más que
hebras de un tejido más vasto, un tejido tan vasto como el planeta entero, que
no en vano le llamamos Madre Tierra, tal como un útero que nos tuvo y
nos parió.
Sin ser pregonero del caos, si toda esta emergencia
sanitaria, que ha puesto a correr al mundo entero para “luchar” contra un
enemigo que no vemos, puede al menos sentar bases para que podamos entender
parcialmente la importancia que tiene la solidaridad, la cooperación entre
individuos, comunidades y naciones, pues entonces habremos sacado provecho a
toda esta situación. De manera que esta manera de descartar cosas y personas
pueda detenerse. Así como dice el texto “si esta parálisis nos llevara a
preguntarnos seriamente a dónde vamos, cuál es la razón de nuestra prisa; si
llevara a cuestionarnos qué nos urge y qué nos desvela, diríamos que esta
pandemia valió la pena” y es que sí, ¿cuál es la prisa? estamos tan
ensimismados en alcanzar sueños y metas hegemónicos, que no casi nunca (o
nunca), nos detenemos a preguntarnos ¿es eso lo que de verdad quiero? ¿es esa
meta la que de verdad se parece a mis vocaciones, deseos y motivaciones?
Si hay algo que rescato del punto 3.(Sin-)Razón
es lo que nos expone en su inicio “Vivimos en una sociedad nacida de la
arrogancia de la Razón. Todavía mayoritariamente, hay quienes con orgullo se
reivindican hijos de esa Razón imperial” una razón que a ratos nos a llevado a
que pensemos que sentir emociones por lo que nos rodea puede ser “irracional”
cuando son justamente las emociones, los sentimientos, los que nos llevan a
movernos y a decidir cosas a diario, para bien y para mal. Esta noción del
método científico, de extraer al investigador del “objeto” de investigación,
esta idea de que las personas somos ajenas a lo que observamos, me lleva a
destacar la frase que se lee más delante de “el sujeto moderno trata al mundo
como si no fuera parte de él” y es que esta manera de comprender el mundo donde
la hegemonía de este pensamiento nos ha llevado a muchos a sentirnos ajenos a
nuestro entorno; sin percatar que todo lo que le hagamos a este extenso tejido
que es la trama de la vida, nos lo hacemos a nosotros mismos también.
El planeta no es una roca inerte, es una Planeta
Vivo, donde la vida en sí es una grandiosa y complejísima trama de relaciones,
relaciones que justamente la ecología trata de comprender. Lo vulnerable que es
la vida y que el equilibrio que ha demorado años en construirse es más delicado
del que creemos. Es así que extrayendo lo siguiente del Quinto Punto 5. Nutrir
la tierra, sanar los cuerpos, alimentar comunidades políticas democráticas.
Pistas para una salida más humanizada del Capitaloceno donde encontramos:
Desequilibrios tróficos a nivel biosférico y de las
comunidades humanas: eso que llamamos cambio climático, erosión de la
biodiversidad y sexta extinción masiva de especies, crisis de los ciclos de
nutrientes. Desequilibrios drásticos en el balance energético de los organismos
humanos vivientes: a la geografía del hambre -advertida Josué de Castro- hay
que sumar ahora la geografía de la obesidad, la geografía de la intoxicación y
la geografía del cáncer. Y los desequilibrios en el cuerpo no son sino un
reflejo de los desequilibrios en la Tierra.
Definitivamente, entendiendo la trama de la vida,
como un tejido al que lo que le hacemos nos los hacemos a nosotros mismos, los
desequilibrios que observamos y sentimos en nosotros, en nuestros cuerpos
individuales y nuestras comunidades, son una manifestación somatizante ante los
desequilibrios que sufre la Tierra. No es natural, los ritmos de vida que el
capitaloceno nos ha llevado a vivir, los ritmos acelerados de producción, consumo
y descarte; no son parte de la naturaleza del planeta, es por ello que es
necesario una redimensión de las relaciones que como homo sapiens tenemos con
nuestro entorno, ahí está el reto de la Ecología Política, de proponer
mecanismos que puedan contribuir a relaciones virtuosas entre humanos, con lo
biótico y lo abiótico, que permitan proteger nuestra Casa Común, al mismo
tiempo que nos lleva a una vida próspera y serena.
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